miércoles, 30 de julio de 2008

Show hospitalario: todo lo que no se ve


Así como el Turó de la Peira forma parte de la Ciudad Condal, sin que nadie se entere; el personal administrativo también forma parte de los hospitales, aunque no luzca.

Y es que mientras este barrio no aparece en ninguna postal; auxiliares, secretari@s y el resto de personal de "gestión hospitalaria" tampoco tienen tanto éxito como "la milagrosa doctora" o "el santo doctor".

Sin embrago, no se debería olvidar que cuando alguien va a visitarse es porque un/a currante "del uniforme azul marino" hizo la reserva previa; que cuando un enfermo se opera y se cura, ha sido posible por quien gestionó las pruebas preoperatorias.


La buena cara de la salud, pública o privada, son los médicos (tal y como Paseo de Gracia, por ejemplo es la cara bonita de nuestra ciudad). Pero l@s doctor@s no son l@s únic@s que trabajan, puesto que el sistema se sostiene gracias a emplead@s que, cara al público, soportan broncas diarias de todos los pacientes descontentos.

A primera hora, entran al trabajo sonrientes, pero al terminar la jornada ya llevan acumuladas veinte o treinta sermones de aquellos enfermos a los que se les ha modificado la visita a causa de "motivos personales" que han llevado al "Doctor House" a anular la consulta.

A quien pide hora en julio se le da para octubre o noviembre porque en agosto el médico está de vacaciones y en septiembre ya está todo ocupado por los list@s y rápid@s que ya se saben el truquillo. Es entonces cuando el paciente "agarra un cabreo monumental" desconocido para el personal sanitario pero servido como primer, segundo plato y postre para el personal administrativo.


Sabemos que dicho sector del hospital no son el techo de éste, pero sí los cimientos; así como el Turó no atrae a alemanes sedientos de souvenirs flamencos ni a japos ansiosos por fotografiar todo lo que les rodea. De tanto en cuanto habría que recordar que cuando todo lo de los de arriba cuadra es porque la infinita paciencia de los de abajo lo soporta.

domingo, 13 de julio de 2008

ExpoZaragoza08 ¿Es para ti?


"Sí, dicen que hay muchas cosas que vale la pena verlas..."

"Es cierto, es carilla, pero debe ser impresionante y, a nivel cultural muy rica..."

Estos son los comentarios más escuchados por las calles de la Ciudad Condal referentes a la Expo. Mucha gente ha ido, va o irá, mientras que otra se limita a soñar con ello.

Pero no nos engañemos, la creación de nuestra querida capital maña no es más que una nueva versión de "Forum de les cultures", que como su antecesor más próximo, responde a un cúmulo de inversiones especulativas de empresarios españoles y extranjeros.

Zaragoza, que a nivel económico no está para tirar cohetes (tal y como el resto de capitales españolas) y su ayuntamiento quieren subsanar el déficit con acontecimientos de este tipo, que comportan desembolsos sumamente importantes.

Las dimensiones económicas y mediáticas de la Expo son comparables a las de las futuras Vegas en los Monegros, un invento también mañico. En este segundo caso, también encontramos relaciones con el agua, pero no como temática, ya que al tratarse de un desierto, cuesta 3 veces más agua crear vida allí.

Y es que con acciones como éstas, que además cuentan con gran promoción y publicidad, se consigue un impacto mediático que acaba por llamar a la puerta del interés de la población. El fondo de la cuestión es márqueting puro que responde a los intereses de los empresarios inversores, quienes jamás querrían obtener un fracaso de asistencia y, por tanto, una significativa pérdida de dinero.


Pero ¿cuál es el verdadero target de la Expo08? Teniendo en cuenta que la entrada más simple cuesta 35€ diarios, más un plus por cada actividad que se realice o espectáculo que se vea, parece ser que no es exactamente algo enfocado a la clase media, que somos la mayoría. Si a ello le sumamos la estancia, la comida, la bebida, los recuerditos... la suma se eleva a más de lo que muchos podemos pagar.

Con ganchos como el interés cultural o la espectacularidad y magnitud de los eventos preparados en el recinto, se consigue arrastrar hasta la capital aragonesa a personas de toda clase, edad y color. Éstas se dejan muchos euritos allí que luego no se destinarán precisamente al Ayuntamiento de Zaragoza ni a los bienes públicos para el crecimiento económico. Así, lo de mejorar la imagen zaragozana y hacerla más internacional es una mera excusa para que la riqueza que la Expo genere no vaya a ningún sitio más que al de siempre: al de los bolsillos de los muchos listos con olfato de negocio que supieron apostar por la Expo en el momento adecuado.


Finalmente, todo acabará donde empezó y seguiremos siendo muy ordenaditos: cada oveja... a su correspondiente lugar.