Antes de plantearme a cuál de los dos grupos quisiera pertenecer, debo marcar una diferencia entre ambos. Diferencia casi inexistente, desde mi punto de vista, puesto que el segundo grupo acaba creando también opiniones, aunque no sea de una forma tan consciente. Por lo tanto, lo que debo preguntarme es si quiero que mi opinión tenga efectos en aquellas y aquellos que la perciban y descodifiquen.
Siempre me ha gustado ver la realidad mirando más allá de ella, intentado ver algo además de lo ya explícito: lo que sólo se insinúa, que es lo que verdaderamente contiene la esencia de las diferentes realidades. Con esos ojos observo los acontecimientos, analizo para finalmente dar mi versión: una versión directamente influida por dicha mirada indagadora, que siempre intenta exprimir y obtener zumito de todo lo que ve.
Cuando inicié mis estudios de periodismo, tenía la intención de utilizar esta disciplina para cambiar el mundo, para hablarle a la gente desde mi mirada, para simplificar las cosas... Una visión que pecaba de idealista y que, con los años, cada vez la concibo más imposible. Aún así, la comunicación es la clave de la sociedad y sé que aún puedo utilizarla para facilitarlo todo un poco.
Mi humilde opinión es que la cumbre del periodismo es escribir columnas de opinión: decir lo que quieras, sobre el tema que quieras y que, encima, a la gente le interese tu punto de vista ¿Qué más se puede pedir? Ser una referencia para la sociedad es, para mí, el sumum periodístico, pero no por el reconocimiento, sino porque eso permite que una visión individual de los hechos pase a ser colectiva. Compartir puntos de vista convencidos.
Es evidente que me gustaría ser creadora de opinión, que me encantaría que la gente se interesara por lo que opino. Seguramente, pocas cosas llenan como eso.