domingo, 4 de mayo de 2008

Amstercultura: una mirada desde dentro



A menudo visionamos en el interior de nuestras mentes un paisaje urbano, con estrés y contaminado cuando oímos la palabra ciudad.

Sin embargo, en un país como Holanda, tenemos la oportunidad de sustituir las prisas por las bicis, la contaminación de las calles por hermosos canales y los temas tabú por libertadas aceptadas, casi por costumbres. Y es que su capital, Amsterdam, es una urbe repleta de sutilezas y facilidades. La convivencia con la naturaleza es plena, patos nadan por los canales, conejos corren por los céspedes… y el respeto mutuo es absoluto.

El transporte, por ejemplo, pese a ser más caro que aquí, es también más agradable: la gente no se empuja por subir al autobús ni lleva cara de pan bimbo revenio en el metro.
Las pequeñas barcas son un medio de transporte habitual, utilizado por la mayoría de particulares que viven en casas flotantes, en pleno canal. Los espejos instalados en las paredes de los canales garantizan unos giros seguros en los cruces y demuestran lo común que es el uso de barcos para ir de un lado a otro.

El trato también es distinto: los tranvías y los autobuses dejan pasar, incluso estando el semáforo rojo para el peatón. Aquí, contrariamente, a la mínima ya hay pitidos y gritos con palabras malsonantes, mientras que allí hay una sonrisa y una paciencia infinita para todo el que quiere cruzar. Están acostumbradísimos, sobre todo los ciclistas, a dar frenazos (mayormente por los turistas, que muchas veces no son conscientes de que caminan por el carril bici) y, cuando están a punto de chocar, frenan y siguen tan tranquilamente, calmados, como si nada hubiera sucedido.

También hay diferencia en el trato policial: allí los policías, acostumbrados al civismo, si ven unos pies en un asiento o alguien orinando públicamente, se escandalizan primero para dar un sermón de conciencia después y finalizar el asunto con simpatía, todos tan amigos (creen que una charla es suficiente para que la conducta no se repita, algo inviable in Spain).

Es cierto que el sol y el calor no están demasiado presentes, excepto en los meses de mayo y abril, cuando florecen los tulipanes. Sin embargo, en verano, las lluvias suelen ser copiosas y las nubes tapan al Lorenzo.

La calidad de vida es un elemento comparativo también muy distinto: mientras que los españolitos de España sólo podemos fumar nicotina y en según qué sitios ni eso, allí los holadesitos de Holanda no juzgan a nadie por fumar marihuana o hachís, al contrario, allí se trata de un hábito social seguido por todos: desde el más pijo al más punki, no hay distinciones, todo el mundo fuma porros enormes (con papel de ele siempre, el que usamos aquí allí sólo se utiliza para tabaco de liar). La cultura fumeta es tal que encontramos tiendas dedicadas únicamente a la venta de utensilios para el ritual. Además, la mayoría de mecheros llevan una especie de enfoque para la llama (con tres posturas distintas, normalmente) para que ésta queme sólo donde es preciso.

Esta libertad, como tantas otras, allí se respeta como un derecho individual de decidir.
Una de las muestras que más destacan esta mentalidad liberal es el impresionante Barrio Rojo, que funciona como un escaparate sexual durante las veinticuatro horas del día. Colmado de prostitutas ASEGURADAS (y ningún prostituto, algo que entre tanta libertad llama la atención), este barrio es mundialmente famoso: el ambiente es de animar a los (y las pocas las) que eligen los servicios, con aplausos y canciones. Las luces, rojas o azules, te indican si son mujeres, todas rojas, o trasexuales, rojas y azules, quienes esperan su éxito detrás del cristal.

En Amsterdam, por lo general, la gente es muy abierta y sociable. Habituados a la presencia de guiris durante todo el año, los holandeses hacen lo posible por que les entiendas: gesticulan, onomatopeyan, chapurrean… puesto que son conscientes de que para los foráneos, el holandés es una lengua incomprensible.

Con su aspecto romántico y su arquitectura tan autóctona y pintoresca, Amsterdam es una capital peculiar, rodeada de tierras tremendamente fértiles, que hacen que no parezca una ciudad, sino un sueño en calma. Combina la antigüedad de sus edificios con la modernidad caótica de sus transportes simultáneos (bicis, tranvías, motos, coches pequeños, buses, metros… circulan a la vez por la polis): todo convive en plena armonía. La tranquilidad se respira en el ambiente.


De CuRiOsIdAdEs...

La marca española de helados, Frigo, es la pionera de la capital, pero allí se llama OLA, así como la marca de mantequilla (muy habitual en la cocina holandesa) más común es BECEL, aquí conocida como FLORA. Y hablando de marcas, también llama mucho la atención que todos los azucarillos y galletas que dan en bares y coffes son de la marca CARMEN.

Enlazando con CARMEN (tipical spanish), he de decir que en Amsterdam hay bares y restaurantes de todos los lugares del mundo y, por supuesto, también españoles. Lo triste es que todos ellos tienen decoración flamenca y un Toro de Osbone, con su banderita de fondo, en la puerta: es una lástima que para los no españoles sólo seamos eso.