Bansky, considerado el mejor grafitero del mundo, es un británico nacido en 1974. Su obra se inició en 2000 por las calles de Bristol, su ciudad natal y, desde entonces, ha viajado por todo el mundo decorando las paredes de los distintos lugares. Su estilo se ve influido por la tendencia de los Ad Jammers, quienes deformaban las imágenes de los contenidos publicitarios para cambiar el mensaje de éstos.
Su arte ha sido y sigue siendo calificado por muchos como mero vandalismo. Para representantes de la élite cultural como Peter Gibson o Diane Shakespeare, Bansky se jacta de ser incívico y las autoridades deberían evitar esta glorificación de lo vandálico, así como la venta y el éxito de sus obras. Otros representantes culturales, en este caso no tan ligados a la élite, sino más bien a la parte alternativa de la cultura, como el colectivo de anarquitectos Space Hijackers
Bansky, gran enemigo de los medios de comunicación, oculta a éstos su identidad, su nombre real y su aspecto físico. No obstante, se cree que tiene 35 años, que viste ropa ancha, típica de grafitero, y que se llama algo parecido a Robin Banks.
Bansky, que inicialmente fue considerado un marginado, que ni hacía arte ni hacía nada, es ahora admirado, debido a que su éxito que ha generado dineritos. Los cultos, por costumbre y casi de forma intrínseca, siempre han atacado al grafiti, no sólo al no aceptar su categoría de arte, sino tachándolo de ser algo sucio, de mala educación e incívico. Su origen, barriobajero y humilde, unido a su éxito, rotundo y creciente, han hecho muy difícil su reconocimiento entre los cultísimos, incapaces de admitir que lo que procedente de un suburbio pueda ser artístico.
Bansky, que reivindica en contra de las leyes del mercado capitalista y de todo lo que ese sistema conlleva, ha acabado beneficiándose de él, haciendo lo mismo sobre lo que se queja. Algunos hacen la lectura de que como no puede cambiar la realidad, hace arte en forma de protesta a la vez que es listo y lo aprovecha. Otros, sin embargo, creen que ha atacado a sus propios principios y a los de toda la gente que le siguió desde el principio, cuando sólo era un ensuciador más.