El momento de sumo capitalismo que atravesamos ve a todo como sinónimo de negocio. Los medios de comunicación, que teóricamente deberían ser públicos, puesto que ofrecen un servicio a la sociedad "de carácter independiente", son empresas privadas (o públicas), pero empresas. Su evolución ha dado lugar a los grandes conglomerados de la comunicación, a los grandes grupos formados por diarios, emisoras de radio, canales de televisión, editoriales... Y eso conlleva que los profesionales pertenecientes a cada grupo se apoyen entre ellos y critiquen al resto, lo bautizado por muchos como "capelletes", ya sean culturales o no. Se trata de unas ayudas mutuas entre "grupitos" para hacerse más fuertes y debilitar a los demás: apoyos (indiferentemente de que sean sinceros o no) que persiguen el beneficio propio.
Me parece una pérdida de tiempo discutir si esto sucede o no: el ser humano es de naturaleza social, necesita agruparse. Para nosotros el acercarnos a otros humanos es un procedimiento básico y natural. La ayuda entre los que se acercan para tener más fuerza ante los otros grupos, que también se han aliado, es algo que ha estado presente siempre desde los neandertales hasta la actualidad. Nadie renuncia a sumar capacidades para autopotenciarse.
Lo que ya no me parece perder el tiempo es decidir si dicho proceso es favorecedor o no. Muchos argumentan que la existencia de las "capelletes" fomenta la competencia entre grupos, siendo algo positivo para que suba el nivel, la calidad y la profesionalidad de éstos.
Desde mi punto de vista, el crear grupos siempre supone aislarse del contacto con las personas que forman los conjuntos diferentes al propio, algo que nunca será bueno porque se perderá la multiculturalidad y las aportaciones de unos a otros, siendo substituidas por el "pique" provocador de competencia. Una competición para mí no positiva, puesto que da lugar a la descontextualización de la realidad: a valorar algo según el propio interés, según el resultado y la repercusión que tendrá el comentario ( de un crítico literario, por ejemplo) más que a valorarlo de forma real. Yo creo que se trata de una competencia que aleja a los críticos de las opiniones verdaderas para sucumbirlos en las opiniones del "quedar bien con mi grupito".
Un periodismo de calidad debería rebelarse ante estos fenómenos que convierten a la comunicación en un proceso injusto.