Una buena caracterización ambiental de la época y el contexto (vestuario, escenografía, maquillaje...) que nos remiten a la América 'casi nazi' de aquella época.
El personaje del Sheriff y su mujer parecen ser los únicos cuerdos de la historia, pese a haber momentos de la película en los que se ven superados por la locura del resto de los habitantes del pueblo. Éstos no son más que una lograda evidencia de la 'aceleración' que sufrían los americanos por entonces: únicamente preocupados por beber, organizar fiestas, ligar y pasarlo bien y haciendo alarde de poseer una libertad que no poseían. Al contrario, con sus rifles pretendían dominarlo todo a su antojo resultando ser lo que ahora calificaríamos coloquialmente como los chungos del barrio.
A lo largo de la película se van dando muestras de la inmadurez absoluta y de la prepotencia de los americanos de entonces, tanto de ellos como de ellas. Frases sueltas inolvidables que nos aportan una segunda lectura reflexiva muy interesante.
Por ejemplo, casi al final de la historia, en el clímax: el incendio provocado por una serie de paradójicas minitramas sin mucho sentido aparente; una de las chicas que están por allí (con la única misión de 'chafardear' y, de paso, llevarse algún ligue antes de que termine la noche de borrachera) se quita un pendiente de la oreja, que hasta entonces lucía con arrogancia, y lo lanza a las llamas a la vez que pronuncia amaré toda la vida a quién consiga rescatarme el pendiente del fuego.
Una oración de las muchas que guarda la película que hace palpable lo vacía de la existencia de aquellas personas, racistas e irracionales, que habitaban por aquellos tiempos las tierras americanas.
Una película casi inmejorable que expone los aspectos más banales del ser humano.